‘OT’, una fábrica cada vez mayor de fracasos y juguetes rotos

‘Operacin Triunfo’ es, sin ninguna duda, uno de los formatos televisivos más importantes y exitosos de la televisión española. A su espalda lleva ya 11 temporadas, algunas de ellas con unas grandes audiencias y miles de discos vendidos; sin embargo, también carga con sonados fracasos que evidencian el cada vez mayor desgaste del formato.
Destacan ediciones como ‘OT 1′, la primera edición, la cual marcó precedentes y cuya magnitud no se ha podido superar hasta la fecha o OT 2017’, cuando después de un parón de varios años, el formato de Gestmusic volvió con un fenómeno que no se tradujo del todo en audiencias, pero sí en las redes sociales, los conciertos o las ventas de los discos.
El participar en el talent es visto como un pasaporte a la fama y al codiciado mundo de la música. Artistas como David Bisbal, Chenoa, David Bustamante, Manuel Carrasco o Pablo López consiguieron un hueco en las discográficas españolas gracias al programa; sin embargo, nada más lejos de la realidad, ‘OT’ es un productor en potencia de los denominados ”jueguetes rotos’, aquellos participantes que entraron pensando que su futuro profesional lo iba a guiar la música y que, por el contario, han terminado por no pisar un estudio de grabación.
Si se examina qué concursantes han llegado a alcanzar una trayectoria musical, por muy mínima que sea, los datos son verdaderamente impresionantes.
Vamos a analizar, para no irnos muy lejos, las últimas tres ediciones el talent.
En ‘OT 2017’, de un total de 16 concursantes que entran en la academia, tan sólo cuatro de ellos han llegado a alcanzar un éxito destacable: Lola Índigo, Aitana, Ana Guerra y Luis Cepeda. Y no, ni Alfred ni Amaia han tenido ningún éxito destacable.
Es decir, tan solo una cuarta parte del total. Por tanto, hay otras 12 personas que luchan desesperdamente y sin mucho éxito por encontrar un espacio, ya no en la música, sino en televisión para poder sacar algún beneficio de su paso por el programa.
En ‘OT 2018’ y ‘OT 2020’ absolutamente ninguno de los concursantes ha tenido ninguna canción mínimamente famosa, más allá de ‘La Venda’ con la que se hizo un auténtico ridículo en Eurovisión. Es impresionante que con el poder que tiene la televisión no haya interesado ninguno de los triunfitos, evidenciando que la facilidad de desgaste del talent de La 1 se acrecienta cada temporada.
Cabe destacar también la poca importancia que tiene ganar el programa, que al fin y al cabo siendo un concurso debería ser un impulso para tu entrada en la industria musical. Precisamente, Amaia, ganadora de la edición de 2017, es una de las participantes a las que menos se la vé y un ejemplo de ”jueguete roto” en lo que a entretenimiento se refiere.
Resulta que la talentosa Amaia, a la que todos querían y que tanto talento tenía parece no interesarle a los productores. Y es que, seamos serios, a las discográficas no les importa en absoluto si alguien tiene buena voz o no (algo que sabe la dirección de casting de ‘OT’ y que tiene muy en cuenta a la hora de escoger a los participantes), simplemente buscan a un determinado tipo de perfil de chico/a jóven al que escribirle las canciones, grabarle videoclips que llamen la atención y, en definitiva, usarles para convertiles en el tipo de cantante que demanda el mercado jugando con la baza de aprovechar su bajo caché, su inociencia y su falta de madurez. Sí, les usan, y si en algún momento dejan de tener tirón por cualquier motivo, no les darán nuevas oportunidades.
Esto ya no es sólo un concurso, es jugar con el futuro de 16 chavales que entran en la academia sin ser realmente conscientes de lo que les espera, porque con personas de 19-20 años no voy a comprar el discurso de la responsabilidad personal. De hecho, muchos de ellos si realmente lo supiesen, no dudarían en huir como pollos sin cabeza del casting.
En definitiva, nadie está a salvo de los peligros de la fama. No existe ese mundo idílico en el que entras en un concurso, te conviertes en un/a cantante famoso (tu sueño desde siempre), ganas mucho dinero y rebosas de felicidad. Más bien, entras a un programa de televisión con una falta inefable de conocimiento y te ves sometido a una fama y presión mediática para la que no tienes preparación. Ni te conviertes en cantante famoso , ni ganas mucho dinero,ni nada que se la parezca (salvo una minoría).
Al fin y al cabo es entretenimiento y debemos disfrutar de él, pero desde la conciencia del contenido que estamos viendo y teniendo siempre en mente que no es más que otro modelo de negocio del que los que menos se benefician son sus protagonistas.

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