Trump, ¿genio o peligro?: la estrategia con la que Trump ha reescrito las reglas internacionales
Desde su llegada a la Casa Blanca en 2017, Donald Trump dejó claro que su política exterior no seguiría los moldes tradicionales. Mientras muchos líderes mundiales apostaban por el lenguaje diplomático y las negociaciones prolongadas, él impuso una estrategia basada en la contundencia, la presión económica y la acción inmediata. Su enfoque rompió con décadas de costumbres en la política internacional y obligó a sus aliados y rivales a replantearse sus posiciones.
Su lema “America First” no era solo una consigna de campaña, sino una declaración de intenciones. Bajo su mandato, Estados Unidos reforzó su papel como árbitro del equilibrio mundial, pero con reglas más claras y exigencias más duras. En lugar de apostar por acuerdos multilaterales que, según su visión, beneficiaban más a otros países que a EE. UU., Trump optó por negociaciones bilaterales más agresivas, dejando claro que quien aporta más recursos tiene el derecho de imponer condiciones.
El fin de la diplomacia ambigua
Durante años, el mundo se acostumbró a una diplomacia caracterizada por largas negociaciones y promesas que rara vez se cumplían. Muchos conflictos internacionales se dilataban en el tiempo sin resolverse, en parte porque las grandes potencias preferían mantener una estabilidad frágil antes que tomar decisiones drásticas. Sin embargo, Trump desafió esa lógica con su estilo directo y su disposición a tomar medidas de inmediato, sin temor a las críticas o a las consecuencias políticas.
Su administración rompió acuerdos internacionales que consideraba perjudiciales para EE. UU., como el Tratado de París sobre el clima y el acuerdo nuclear con Irán. También forzó a la OTAN a redefinir su estructura financiera, presionando a los países miembros para que aumentaran sus contribuciones. Su mensaje era claro: Estados Unidos no seguiría sosteniendo estructuras que, desde su perspectiva, beneficiaban a otros sin una justa reciprocidad.
Uno de los ejemplos más evidentes de su estilo fue su relación con China. En lugar de seguir con negociaciones interminables sobre el comercio y la propiedad intelectual, Trump impuso aranceles a productos chinos, desatando una guerra comercial que, aunque generó tensiones, también forzó a Beijing a revisar algunos de sus enfoques económicos. Para Trump, la clave del liderazgo no estaba en la negociación interminable, sino en la acción inmediata.
Presión económica y disuasión militar
Otro aspecto central de su estrategia fue el uso de la presión económica como herramienta diplomática. Más que recurrir a la intervención militar directa, Trump entendió que las sanciones económicas y comerciales podían ser tan efectivas como las armas. Aplicó esta táctica contra Irán, Venezuela y Corea del Norte, demostrando que la economía podía ser un arma de control global tan poderosa como un ejército.
En Oriente Medio, por ejemplo, rompió con la política de apaciguamiento hacia Irán y no dudó en ordenar la eliminación del general Qasem Soleimani, una figura clave en la estrategia militar iraní en la región. Esta acción, aunque criticada por algunos sectores internacionales, dejó claro que Estados Unidos estaba dispuesto a tomar medidas extremas para proteger sus intereses.
Sin embargo, Trump también fue pragmático cuando la situación lo exigía. Con Corea del Norte, pasó de los insultos y las amenazas a reuniones históricas con Kim Jong-un, marcando un antes y un después en la relación entre ambos países. Aunque el resultado de estos encuentros no fue un desarme inmediato, sí lograron reducir temporalmente las tensiones en la península coreana.

El impacto en los aliados y el equilibrio global
Los aliados tradicionales de EE. UU. también sintieron el impacto del estilo Trump. Europa, acostumbrada a una relación más equilibrada con Washington, se vio obligada a replantear su dependencia militar y comercial. Alemania y Francia, en particular, comenzaron a buscar una mayor autonomía estratégica, conscientes de que ya no podían dar por sentada la protección estadounidense.
En América Latina, su política se centró en frenar la migración ilegal y en ejercer presión sobre regímenes como el de Nicolás Maduro en Venezuela. Aunque su administración no logró un cambio de gobierno en Caracas, sí impuso sanciones que debilitaron económicamente al régimen.
En Israel, en cambio, su apoyo fue incondicional. Reconoció a Jerusalén como la capital del país y promovió los Acuerdos de Abraham, logrando que varios países árabes normalizaran relaciones con el Estado hebreo. Este movimiento fue una de las mayores transformaciones geopolíticas en la región en décadas, reforzando la influencia de EE. UU. en Oriente Medio.
Un legado de cambios y desafíos
Trump dejó la presidencia en 2021 con un mundo transformado. Su estilo rompió con la tradición diplomática, aceleró cambios en el tablero global y demostró que la acción directa podía ser más efectiva que las negociaciones interminables. Sin embargo, su estrategia también generó desafíos: la relación con Europa se tensó, la guerra comercial con China dejó cicatrices y las sanciones a Irán y Venezuela no lograron cambios de régimen inmediatos.
Más allá de si se está de acuerdo o no con su enfoque, es innegable que su liderazgo alteró el orden global. Con Trump, la política internacional dejó de ser un juego de paciencia y se convirtió en una batalla de decisiones rápidas y contundentes. Su legado sigue marcando el presente, obligando a los líderes actuales a decidir si mantienen su estilo de acción directa o si regresan a la vieja diplomacia de la prudencia y la ambigüedad.

Redactor de ActualTV especializado en televisión y redes sociales. Me gusta la comunicación, el mundo audiovisual y el marketing digital. He trabajado como responsable de prensa en diferentes empresas del mundo del entretenimiento y ahora vivo la profesión desde el otro lado.
